Hoy que es tu cumpleaños no te voy a felicitar por tu edad, ni por tu tamaño ni por todo lo que has logrado.
Yo quiero celebrarte recordando una anécdota, porque eso se hace en los cumpleaños de tus amigos: los visitas, los abrazas, comen pastel y recuerdan historias de las buenas y de las malas, unas mas graciosas que otras.
De hecho esta historia nunca te la he contado pero sucedió aquella vez que estaba en tus tierras porque fui a trabajar en un proyecto de un periódico que se estaba renovando. Habrá sido por el 2005 o 2006, la verdad no tengo tan buena memoria para ciertas cosas como las fechas pero sí para recordar bien clarito la emoción que me dio el saber que jugabas ese día.
Mi único problema era el trabajo, ya que tenía que hacer guardia las 24 horas así como los OXXOs o el velador de mi colonia. No había forma alguna de escaparme pero tenía que ir a verte, eso lo había decidido de manera irrevocable e inmediata.
Me acuerdo que pensé mil y una ideas para poder visitarte, como declararme demente por la altura o enfermo del estómago a causa de una torta de tamal o exceso de champurrado; incluso pensé en renunciar porque a esas alturas todo se valía: «al cabo trabajo hay y bastante, pero no todos los días vengo al DF», pensaba mientras el reloj y el cerro de tareas me decían que iba a ser imposible.
Desesperado y ansioso finalmente decidí hacer lo que debía haber hecho desde el inicio, la opción más sencilla, pedir permiso.
Me levanté esperando que el momento pasara rápido para ignorar la negativa y anticipar el extraño alivio de al menos haberlo intentado.
— «Que onda, este… es que hoy, digo, al rato en la noche quiero salir temprano, lo que pasa es que pues aprovechando que estamos en esta ciudad y pues coincide que justamente hoy …»
— «¡Ah! Quieres ir al Azteca. Chale, ni te preocupes, lánzate y que ganen las poderosas».
Claro. Estaba en la Ciudad de México, tu cuna, ahí donde tienes mas seguidores. Ahí donde es normal traer tus camisetas y llaveros y donde se puede hablar de ti abiertamente. No como en Monterrey donde nadie te puede mencionar.
Emocionado me cayó el veinte que por fin nuestra relación iba a pasar a una nueva etapa, ya no solo te iba a ver por la tele, esa noche te iba a ver en vivo para finalmente saber cómo eres, cuál es tu humor, a qué hueles, qué tan cierta es tu grandeza… ¡iba a ir a tu casa, con tu gente!
Y desde esa noche que te conocí sigo reclamándote por tus errores y celebrando tus aciertos, a veces en vivo y a veces desde la tele, pero siempre con orgullo, con toda el alma, con la camiseta puesta y en alto la frente.
¡Felicidades Club América! Que vivan tus historias, hoy y para siempre.