El tiempo, según Einstein, transcurre de manera relativa dependiendo de las circunstancias físicas de cada sistema y tu historia como americanista es una prueba irrefutable de su relatividad, “Zaguinho”.
Para quienes amamos el futbol, los 90 minutos de un partido corren como el agua entre las manos; tu historia en América es larga y fastuosa, 490 partidos en total defendiendo los colores de tu amado equipo suenan a un largo tiempo, pero para el americanismo ha sido tan corto como esos dulces ‘90 minutos’ de un partido.
Hijo de otro legendario azulcrema, “El Lobo Solitario”, calentaste en las inferiores del Corinthians paulista, donde tu padre también fue leyenda, pero el silbatazo inicial para ti llegó aquí, en Coapa.
En tus ‘90 minutos’ de azulcrema nos llenaste la canasta de alegrías, volaste alto, muy muy alto; el primer grito de gol con tu rúbrica llegó casi como regalo navideño un 22 de diciembre de 1985 en el Estadio Cuauhtémoc para darnos los tres puntos.
Los minutos transcurrieron y con ellos los goles que siguieron llegando por racimos y a raudales, 188 ocasiones gritamos el gol en tu nombre con nuestros colores, 162 de ellas en liga; el último de esos goles marca un antes y un después en nuestra historia, aquel gol para eliminar al Cruz Azul en los cuartos de final del Verano 98 dejó quieta la cifra del máximo goleador en la historia azulcrema.
Tu silbatazo final retumbó en un templo sudamericano y buscando la gloria continental, el Monumental de Núñez fue testigo de tu adiós oficial cayendo 1-0 ante River Plate un 7 de mayo de 1998. ¡Ojalá no hubieran terminado esos 90 minutos, Zaguito! ¡Ojalá Márcio Rezende no hubiera silbado el final!
Pero tu nombre es sinónimo de fiesta, y tú no podrías haberte ido de otra manera, para el 87 aniversario de nuestro América, el futbol te regaló el homenaje que merecías, te entregó unos dulces ‘tiempos extra’ en el Coloso de Santa Úrsula, ahí derrotamos dos por cero al Barcelona de Ronaldinho, Kluivert, Cocú, Luis Enrique, Iniesta, Puyol, Rafa y compañía; ahí asististe al “Misionero” que abrió el marcador; ahí el portero turco Rustu Recber con su enorme calidad bajo los palos, nos robó tu último gol; ahí ovacionado y entre lágrimas te vimos irte del campo y abrazar a tu padre, quien –como azulcrema- nos regaló muchas alegrías, pero la más grande, sin duda alguna, fuiste tú.
¡Gracias por tus 90’ minutos de gloria azulcrema! ¡Gracias por todo, Zaguinho!