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Linaje Águila

Esa tarde vestía de negro, con un uniforme de utilería que parecía más grande de lo normal, era un muchacho delgado y con un peinado peculiar, la gente lo miraba extrañada y se preguntaba quien era, al escuchar su nombre en los altavoces del Azteca y ver la cara de adolescente de quien esa tarde defendería la puerta americanista.

Era febrero de 2004, no había ningún indicio de ese joven, no había antecedentes, ni conocimiento, solo la confianza que Beenhakker le daba para soportar el peso del dorsal número 1 a su tercer portero a un muchacho que pisaba el césped del estadio Azteca lleno de sueños y nerviosismo, sin haber dormido una noche antes, pero que consiente estaba de la responsabilidad que portar esos guantes blancos confería.

Sonó el silbatazo en Santa Úrsula, América y Rayados se enfrascaban en un juego de ida y vuelta, pero con impresiones marcadas, de pronto una jugada de balón parado cayó en su área, un remate accidentado lo dejaba lejos de reaccionar pero el travesaño salvaba su meta, de inmediato un contra remate seco con dirección a puerta amenazaba con vencerlo, pero él con un lance a dos manos dominaba el balón, era su primer atajada, la primera de miles que vendrían.

Actuación discreta, pero seguro debajo de los tres postes, eso marcó el inicio, allí nació la leyenda. Sin mucho reflector, sin nadie que confiara plenamente en él y sin nadie que realmente lo esperase, así inició la historia.

16 años después, de esa tarde anecdótica en el Azteca, sabemos que el camino no ha sido fácil, sobre todo si pensamos que la leyenda tuvo los pantalones para dejar México y buscar el sueño europeo, picando piedra como si de un desconocido se tratara, si recordamos que tuvo que comer banca en dos copas del mundo, para luego darle la vuelta a la hoja y sacarle un balón imposible a Neymar o callar las bocas croatas en Brasil, momentos dignos de su legado, de su historia, de su grandeza.

El mejor portero mexicano de la historia llegó a 700 partidos como profesional y lo hizo de nuevo ante Rayados, justo como aquella tarde donde un niño salía vestido de águila para defender la meta donde ahora está un referente, donde con mucha experiencia a cuestas contuvo a un Monterrey que se jugaba la vida.

Primero, Gallardo con tiro raso y abajo parecía hacer el primero, pero un manotazo apagó su fuego, luego un tiro de media distancia que en dos ocasiones calló la boca ahogo el grito de gol en los que portaban la playera azul en las tribunas. Layún también intentó, pero enfrente una muralla verde la desviaba, suena el silbatazo final y con una mirada agradece al cielo la victoria en sus 700, abraza a sus compañeros, da palmadas y recibe el aplauso de aquellos en los que ha dejado una marca permanente, porque al igual que el club que representa para nadie es indiferente.

Hoy los números hablan por si solos, pero sin importar eso, su historia, su carrera, su legado ese que aún continúa escribiendose, habla por el.

FELICES 700 LEYENDA, QUE VENGAN MUCHOS MÁS.
GRACIAS POR TANTAS EMOCIONES.

Marco Duarte

Categories: blog
Tags: #ochoa
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