El 25 de noviembre del 2020 quedará marcado en la historia del futbol por la partida del que para muchos ha sido el mejor jugador en la historia del deporte más hermoso del mundo.
No es momento para debatir que si Pelé, que si Messi, que si Cruyff o cualquier otro futbolista. Es momento de despedir al prodigioso zurdo de la melena, al único que catapultó un club pequeño a lo más alto del futbol mundial, al único jugador que recurrió a malas mañas para ayudar a su selección y que lejos de recriminarle, se le bautizó como la mano del ser supremo.
El eterno ‘10’ y por el que este número representa más que un dorsal en la espalda. El culpable de que millones esbozaran una sonrisa cuando alrededor era tristeza, el que cobró venganza por una guerra en una diminuta isla.
El de las rodillas deshechas y que ningún doctor fue capaz de darle el correcto diagnóstico. La razón, porque siempre cargó con millones. Unió pueblos en el único lugar donde el humano sabe convivir como los hermanos que somos, la cancha del futbol.
Personalidad y carácter como ninguno, irrepetible e inigualable. Líder en sus equipos y de una religión que hoy llora más que nunca.
No es momento para juzgarte, además. ¿Quiénes somos para hacerlo? Si para eso existe alguien supremo, que te juzguen allá arriba porque…