Pasamos de primavera a verano, los árboles crecieron, cayeron cientos de hojas, las nubes recorrieron miles de kilómetros, el Sol salió más de 60 veces y un sinfín de situaciones que han pasado desde que la Liga bajó el telón y apagó las luces, pero… ¿para qué la queremos de vuelta?
Si vivíamos en una ‘licuadora’ sin salida. El jugador le reclamaba al árbitro por su fallo. El árbitro expulsaba al técnico para recuperar un poco la autoridad que minutos antes había sido ultrajada. El técnico salía ante los medios a culpar al árbitro del pobre funcionamiento de su equipo. El aficionado le exigía al jugador por no mostrar una mejor versión en el campo. El jugador le recriminaba a la afición por las bajas entradas en el estadio.
Mientras, el entorno se tornaba obscuro, sombrío, la presión aumentaba gracias a que el líder de opinión, o mejor dicho el analista atacaba a diestra y siniestra.
Momento idóneo para que llegara el directivo a cortar la cabeza del técnico y poner a otro, que meses después se convertiría en la víctima.
Valoremos, porque ese jugador que señalaste tú aficionado, hoy lo quisieras ver. Valoremos, porque ese aficionado que te abucheó a ti jugador, pagó un boleto para verte en acción y hoy quisieras que coreara tu nombre en la tribuna. Valoremos, porque ese técnico que cortaste tú directivo, le ha dado alegrías a tu equipo. Valoremos, porque la tribuna del estadio que nos hacía olvidar nuestros problemas cotidianos, en ocasiones la dejábamos sola y hoy quisiéramos estar en primera fila.
Valoremos porque ya no lo hacíamos y esta liga nos entretenía cada 8 días.
Valoremos porque han pasado más de 1500 horas desde que el balón dejó de rodar. Pero antes de que se reanude y que el colegiado haga silbar su ocarina, valoremos, tan simple como eso, porque hoy nos extrañamos, extrañamos el futbol, nos extrañamos el uno al otro.