Mi vecino era y sigue siendo la mascota de los Tigres (gracias Carlos si me estás leyendo); y él sabía que mi pasión por el América desbordaba por los poros de mi piel, fue así que me dijo:
-“Vas a ir al partido?”.
-“Si.- conteste”.
-“Bueno, cuando se termine bajas al túnel por afuera del estadio, ahí te voy a estar esperando y vemos salir a los jugadores, les pides su autógrafo y yo te tomo fotos”.
-“Ok”.
Sentí una leve humedad en mis calzones, los cuales traspasaron mis shorts Umbro que compre en el nuevo mundo. Se me hace que me hice pipi! Ok, estoy exagerando pero faltó poco para eso).
Llegó el día, con mi boleto en mano me dirigí al estadio, casi siempre iba solo, no había muchos americanistas entre mis amigos, esos nunca me detuvo y siempre que venía mi Ame ahí estaba.
El partido no solamente quedó imborrable en mi mente y mi corazón por lo que sucedería al final, sino por el partidazo que se dio esa tarde en el volcán.
Tigres 3-4 América, juego de ida y vuelta. Ramón Ramírez abrió el marcador con tiro cruzado dentro del área, empató el potro Gutiérrez con un autogol, Cañete se va al ataque y pone el 1-2, llega el diablo Núñez y empata 2-2, pero después, despueeees se vino el ídolo, el que hoy para mí ha sido el máximo americanista, el nacido en Coapa y Tepito, Cuauhtémoc Blanco. Comenzó su show, las luces parecían moverse solo hacía dónde el se dirigía con el balón, la tribuna vitoreaba cada pase y cada jugada que realizaba, el volcán enardecía al ver cómo se escurría como cuchillo en mantequilla entre los defensas y termino haciendo un doblete 2-4, al final un penal mal marcado y el diablo puso el marcador final 3-4.
Pascual Rebolledo se lleva el silbato a la boca y pita el final del partido. Mi ritmo cardiaco comienza a elevarse a 180 latidos por minuto, corro entre la gente, la lluvia de cerveza y las mentadas de madre, cruzo los pasillos, la puerta y al guardia que me gritaba, “eeeh no sin correr!” Llego a la malla, justo a la parte de atrás de estadio, ahí, estacionado como si fuera un dragón en protección del rey, el camión que llevaba a los jugadores.
Llega Carlos y me dice:
-“Qué pasó, ¿listo?”.
-“¡Listísimo!” – contesté.
-“Pásale”.
El guardia abre y yo espero en el túnel cuando de pronto veo salir primero a Ramón Ramirez, me firma mi camisa, le digo, “Que golazo hiciste” él sonríe y me despeina la cabeza diciéndome gracias. Así pasaron todos, Braulio, Osvaldo, Potro, Villa, Aspe, Lara, etc. Pero faltaba alguien, faltaba mi ídolo, el que me hizo casi desmayar 90 minutos antes, por el que me quede casi afónico y preocupado porque no me saliera la voz al verle, el más grande, el Cuauh. Oh sorpresa, sale del vestidor y se dirige hacia dónde estoy, los latidos aceleran más, la gente le comienza a rodear, cámaras, micrófonos, fans, y yo? Yo esperando al final, termina con los medios y llega justo donde estoy, Carlos me dice “Órale, ahí está!” Y después de decirle “Cuauhtémoc, me firmas?” El gran Cuauh me dice: “claro, como te llamas?” “Jorge” – contestó.
¿Pero que sigue? ¿Qué se hace cuando tienes a tu máximo ídolo enfrente? Le daba un abrazo? ¿Me ponía a llorar? ¿Le pedía la camisa?
En fin. Hice lo que pude y Carlos me tomo la foto con la cámara Kodak que traía. Cuauh se sube al autobús y se retira junto con todo el equipo, el triunfo y mi emoción a mil por hora.
¡Que experiencia! De las mejores que he vivido (y mira que he vivido varias, después se las platico, pero esta fue la primera) Oh sorpresa y coraje que me dio cuando voy viendo las fotos reveladas! Salgo con cara de E.T. y con una mendiga vieja que acoso al Cuauh, que para mi desgracia salió más fotogénica.
Hoy tengo esta foto como una de las cosas que más bonitos recuerdos me trae, no tanto por la vieja que sale en mi foto, sino por todo lo que antes les platique.
Solo puedo decirles algo nunca dejen de alentar.
#AlentarHastaDesmayar